La noche oculto al día
y quedo la oscuridad,
sinfonía de un decreto
frío, áspero y servil
que la sombra tomo como suya.
El tiempo detuvo
la marcha inexorable,
del invierno que se topó
con la arrogancia de
encontrar la ráfaga de brillo,
esa que creyó soltar,
su luz.
Una destello que se empeño
en rugir de la sombra
de un loco creer
que podía surcar el espacio...
Y apareció la luna
creyendo cubrir el entorno
plateado y reflejar
el centello nacido de la nada.
Sonrió como siempre,
pero no se detuvo
en la fantasía de un
corazón rebosante.
Nada había allí...
No era su culpa,
no era de nadie
encontrar la soledad
de un alma fría,
casi muerta...
Miedo a perder, JJ Zaratruciano |
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